La palabra oriental nos confronta directamente con la palabra occidental. Podríamos decir que son los opuestos, como el blanco y el negro, la sal y el azúcar o la playa y la montaña.
Oriente ha regido su cultura por unos valores muy diferentes; paz, equilibrio, un sentido de transcendencia y una búsqueda de la iluminación espiritual.
Después del trajín del día a día, de vivir en una carrera de obstáculos 24/7, qué acierto crear un espacio de calma, paz y quietud para poder volver a nuestro centro.
La decoración oriental se caracteriza por ser un estilo minimalista, de materiales relacionados con elementos de la naturaleza y tonos neutros. Maderas, espacios luminosos y poco cargados, eso es la decoración de estilo oriental.
El equilibrio juega un papel fundamental, y es que no debemos de olvidar cuál es el sentido de la decoración… No se trata solo de una cuestión estética y artística (que también), la decoración es un medio para conseguir un estado emocional determinado.
En casa queremos sentir que estamos en nuestro templo, en nuestro espacio sagrado y único que nos pertenece, donde estamos a salvo, un lugar donde protegernos del estrés y la hostilidad del mundo competitivo en el que vivimos.
Casa debe ser un lugar donde volver hacia dentro, donde restaurarnos y estar con nosotros mismos y con los nuestros.
Lo mágico de la cultura y la filosofía oriental es que ha impregnado de sus enseñanzas absolutamente todo; el tipo de alimentos que consumen y cómo y cuando lo hacen, el tipo de ropa que utilizan, el tipo de mobiliario y decoración. Todo tiene un sentido y un para qué.
El estilo oriental es la traducción y coherencia de esta finalidad, que llamamos, calma.